Es un cliché pero, por irónico que parezca, no podemos expresar con palabras lo importante que es la comunicación. Ya sea para comunicarte con tu socio, tus compañeros de trabajo, tu familia, tu jefe o tus clientes, es crucial que adaptes tu forma de comunicación a cada una de las personas con las que hablas. ¿Por qué? Porque los humanos no recordamos lo que nos dicen, sino la forma en que nos lo dicen.
Buenos recuerdos
Ya te imagino pensando “”si la gente no me escucha, ¿para qué tengo que molestarme?”” Mira, los humanos tenemos dos tipos de memoria: a corto plazo y a largo plazo. Todo lo que oímos y vemos entra en nuestros cerebros a través de la memoria a corto plazo, donde solo conservamos los recuerdos durante unos segundos o hasta un minuto como máximo. Cuando decidimos que una información concreta es lo bastante importante para conservarla durante más tiempo, la ponemos en nuestra memoria a largo plazo. Se trata de un proceso muy costoso y de capacidad limitada. Por eso, cuando hablas con la gente y quieres que la conversación se ponga en la memoria a largo plazo, tienes que hacerlo con especial cuidado, usar palabras con mucho poder y, lo más importante, hacerlo de forma breve y concisa.
Cómo influye el espacio físico
Quizá pienses que no importa el lugar en el que estás, pero el escenario tiene un papel muy importante en el estado anímico del compañero receptor de tus palabras. En una oficina, la gente suele tener su propia mesa de trabajo con sus pertenencias marcando el territorio. Algunas personas se sienten seguras en un espacio así, por lo que, al invadirlo, también invades su privacidad y, en consecuencia, tu relación con esta persona se ve afectada. Sin embargo, en Spaces hemos creado un concepto en el que esto es imposible que pase. Al compartir un espacio de coworking, no existen puestos de trabajo fijos y, muy probablemente, te sientes en un lugar distinto cada día o incluso puede que cambies de ubicación a diario. Por eso, tu punto de vista y el ambiente cambia diariamente, lo que permite estimular el cerebro, que estará más abierto a recibir información.