La cultura es un elemento esencial a la hora de definir unas condiciones en las que las personas puedan rendir el máximo de energía en el trabajo y que permitan a las organizaciones canalizar con eficacia esa energía y maximizar sus resultados. Este aspecto intangible suele marcar la diferencia en las compañías con mejores resultados, que saben sintonizar operaciones comerciales, organización y cuestiones relacionadas con personal y cultura, para garantizar una compatibilidad máxima y la interconexión que les permita conseguir los mejores resultados posibles.
Trabajo con la diferencia
Las costumbres de otras culturas, sobre todo las que nos resultan más desconocidas, suelen entenderse como algo “fuera de lo normal”. No es ningún misterio por qué sucede. A casi todo el mundo, generalmente de manera inconsciente, lo desconocido nos suele parecer extraño. Nos pasa a todos, en mayor o menor grado, y es una reacción completamente habitual ante lo desacostumbrado para nuestras creencias y perspectivas. El error puede ser poner valor exclusivamente en aquellos aspectos culturales que nos diferencian. Ninguna cultura es mejor ni tiene más valor solo porque sus rasgos definitorios encajen en una determinada etiqueta. La clave para superar las diferencias y conseguir la aceptación mutua es comprender y aceptar que no pasa nada porque existan diversas culturas.
Holandeses y japoneses
Un ejemplo sencillo, y puede que cliché, a la hora de reunirse con un cliente de otro país es que hay diferentes formas de abrir la conversación según la cultura. Si se reúne con el típico holandés, seguramente, su interlocutor empezará criticando algo externo, como el tiempo o el transporte público. También es probable que se exprese de forma muy directa, que incluso llegue a resultarle ofensiva o hacer que se sienta atacado. El holandés, sin embargo, esperará que usted se exprese de esa misma manera.
El extremo opuesto sería la reunión con un japonés, cuya cultura está marcada por una considerable falta de comunicación directa. Si le hace una pregunta cerrada a un japonés, lo habitual será que le responda con un “sí”, aun cuando lo que quiera decir sea “no” o “tal vez”. En la cultura japonesa, la mayoría sabe distinguir esas respuestas (no pregunte cómo), pero esta actitud suele provocar malentendidos a la hora de comunicarse con personas de otras culturas.